El 4 de setembre La Vanguardia va publicar una entrevista que en Lluís Amiguet li va realitzar a mitjans de juliol, us en recomanem la lectura.

Lluís Amiguet, La Contra, La Vanguardia, 4 de setembre de 2008

Manuel Arroyo, maestro 43 años y fundador de la cooperativa escolar Sant Gervasi.

“Llené el bus escolar de latas y pan y nos fuimos por Europa”

Tengo 62 años: hace 44 que llegué a Barcelona con 400 pesetas y hace 43 que me dedico a la enseñanza. Me he hecho rico como persona. Presido la cooperativa educativa Sant Gervasi de Mollet. Empecé con 33 alumnos: hoy son 3.000, incluidos los del centro tecnológico y otros programas

Cooperadores

Decidir entre educación pública y privada es mucho menos importante que saber distinguir entre la buena y la mala. Me lo dice el maestro Arroyo con acento andaluz después de contarme cómo llegó un día hace 40 años a Barcelona con 400 pesetas, que le robaron, y sobrevivió porque su casero, conductor de autobús, le perdonó la deuda diciéndole: “Entre proletarios debemos ayudarnos”. Fundó un centro educativo en Mollet, el Sant Gervasi, que hoy apuesta por la tercera vía, la cooperativa, integrado en el grupo Clade y asesorado por el que fue presidente de la de Mondragón, Antonio Cancelo. Entre lo público y lo privado hay una enorme variedad de posibilidades cooperativas.

Decidir entre educación pública y privada es mucho menos importante que saber distinguir entre la buena y la mala. Me lo dice el maestro Arroyo con acento andaluz después de contarme cómo llegó un día hace 40 años a Barcelona con 400 pesetas, que le robaron, y sobrevivió porque su casero, conductor de autobús, le perdonó la deuda diciéndole: “Entre proletarios debemos ayudarnos”. Fundó un centro educativo en Mollet, el Sant Gervasi, que hoy apuesta por la tercera vía, la cooperativa, integrado en el grupo Clade y asesorado por el que fue presidente de la de Mondragón, Antonio Cancelo. Entre lo público y lo privado hay una enorme variedad de posibilidades cooperativas.

Como la peseta estaba muy flojita en los 70, y nuestro colegio de Mollet pues no era de ricos, la verdad, yo cada verano llenaba el autobús escolar de latas de sardinas y conservas y barras de pan y me llevaba a los chavales de 14 años a conocer Europa por cuatro duros, durmiendo en albergues juveniles y bebiendo agua de las fuentes…

¡Qué grande es el mundo!

Es lo que yo les decía a los chicos, que las fronteras sólo están en nuestras mentes, y allá íbamos nosotros, a Roma, París, Bruselas, Alemania, Suiza, Innsbruck, Salzburgo…

Comiendo pan con sardinas.

¡Y cómo disfrutábamos!

¿No se le escapaba ningún niño?

Se nos perdieron una vez en Bruselas dos hermanas, a las que apodábamos Pili y Mili,muy atildadas ellas. ¡Qué susto y qué miedo pasé! Pues hoy aquellas niñas son profes de la cooperativa del cole y ahora son ellas las que llevan a los chicos por Europa.

¿Alguna gamberrada?

Cuando llegamos a Munich y bajamos del autobús, los chavales alucinaron al ver que había montañas de periódicos en la calle sin vigilancia: la gente dejaba el dinero de cada ejemplar y se llevaba sólo los que pagaba.

Aquí hoy dudo que no los robaran.

Por eso el pobre Alfredito – hoy, probo ciudadano, ya tiene 40 años- no tardó un segundo en apropiarse de un montón de periódicos.

¡Y gratis! ¡Qué tontos, los alemanes!

Yo, al ver su pillería, me indigné: ¡qué vergüenza para el colegio! Y le pegué un broncazo allí mismo. ¡Y mira que era un tipo estupendo, Alfredito! Pero era tan raro para los niños ver gente que se comportaba correctamente sin que nadie la vigilara…

Una gran lección europea, maestro.

Siempre pensé que para aprender teníamos que salir de este país. Porque este sólo era un país de héroes, poetas y santos…

… Algún torero, pintores, futbolistas… … Pero poquísimos científicos. ¿Por qué?

La tradición hace al monje y al ladrón.

Como la peseta estaba muy flojita en los 70, y nuestro colegio de Mollet pues no era de ricos, la verdad, yo cada verano llenaba el autobús escolar de latas de sardinas y conservas y barras de pan y me llevaba a los chavales de 14 años a conocer Europa por cuatro duros, durmiendo en albergues juveniles y bebiendo agua de las fuentes…

¡Qué grande es el mundo!

Es lo que yo les decía a los chicos, que las fronteras sólo están en nuestras mentes, y allá íbamos nosotros, a Roma, París, Bruselas, Alemania, Suiza, Innsbruck, Salzburgo…

Comiendo pan con sardinas.

¡Y cómo disfrutábamos!

¿No se le escapaba ningún niño?

Se nos perdieron una vez en Bruselas dos hermanas, a las que apodábamos Pili y Mili,muy atildadas ellas. ¡Qué susto y qué miedo pasé! Pues hoy aquellas niñas son profes de la cooperativa del cole y ahora son ellas las que llevan a los chicos por Europa.

¿Alguna gamberrada?

Cuando llegamos a Munich y bajamos del autobús, los chavales alucinaron al ver que había montañas de periódicos en la calle sin vigilancia: la gente dejaba el dinero de cada ejemplar y se llevaba sólo los que pagaba.

Aquí hoy dudo que no los robaran.

Por eso el pobre Alfredito – hoy, probo ciudadano, ya tiene 40 años- no tardó un segundo en apropiarse de un montón de periódicos.

¡Y gratis! ¡Qué tontos, los alemanes!

Yo, al ver su pillería, me indigné: ¡qué vergüenza para el colegio! Y le pegué un broncazo allí mismo. ¡Y mira que era un tipo estupendo, Alfredito! Pero era tan raro para los niños ver gente que se comportaba correctamente sin que nadie la vigilara…

Una gran lección europea, maestro.

Siempre pensé que para aprender teníamos que salir de este país. Porque este sólo era un país de héroes, poetas y santos…

… Algún torero, pintores, futbolistas… … Pero poquísimos científicos. ¿Por qué?

La tradición hace al monje y al ladrón.

Como la peseta estaba muy flojita en los 70, y nuestro colegio de Mollet pues no era de ricos, la verdad, yo cada verano llenaba el autobús escolar de latas de sardinas y conservas y barras de pan y me llevaba a los chavales de 14 años a conocer Europa por cuatro duros, durmiendo en albergues juveniles y bebiendo agua de las fuentes…

¡Qué grande es el mundo!

Es lo que yo les decía a los chicos, que las fronteras sólo están en nuestras mentes, y allá íbamos nosotros, a Roma, París, Bruselas, Alemania, Suiza, Innsbruck, Salzburgo…

Comiendo pan con sardinas.

¡Y cómo disfrutábamos!

¿No se le escapaba ningún niño?

Se nos perdieron una vez en Bruselas dos hermanas, a las que apodábamos Pili y Mili,muy atildadas ellas. ¡Qué susto y qué miedo pasé! Pues hoy aquellas niñas son profes de la cooperativa del cole y ahora son ellas las que llevan a los chicos por Europa.

¿Alguna gamberrada?

Cuando llegamos a Munich y bajamos del autobús, los chavales alucinaron al ver que había montañas de periódicos en la calle sin vigilancia: la gente dejaba el dinero de cada ejemplar y se llevaba sólo los que pagaba.

Aquí hoy dudo que no los robaran.

Por eso el pobre Alfredito – hoy, probo ciudadano, ya tiene 40 años- no tardó un segundo en apropiarse de un montón de periódicos.

¡Y gratis! ¡Qué tontos, los alemanes!

Yo, al ver su pillería, me indigné: ¡qué vergüenza para el colegio! Y le pegué un broncazo allí mismo. ¡Y mira que era un tipo estupendo, Alfredito! Pero era tan raro para los niños ver gente que se comportaba correctamente sin que nadie la vigilara…

Una gran lección europea, maestro.

Siempre pensé que para aprender teníamos que salir de este país. Porque este sólo era un país de héroes, poetas y santos…

… Algún torero, pintores, futbolistas… … Pero poquísimos científicos. ¿Por qué?

La tradición hace al monje y al ladrón.

Como la peseta estaba muy flojita en los 70, y nuestro colegio de Mollet pues no era de ricos, la verdad, yo cada verano llenaba el autobús escolar de latas de sardinas y conservas y barras de pan y me llevaba a los chavales de 14 años a conocer Europa por cuatro duros, durmiendo en albergues juveniles y bebiendo agua de las fuentes…

¡Qué grande es el mundo!

Es lo que yo les decía a los chicos, que las fronteras sólo están en nuestras mentes, y allá íbamos nosotros, a Roma, París, Bruselas, Alemania, Suiza, Innsbruck, Salzburgo…

Comiendo pan con sardinas.

¡Y cómo disfrutábamos!

¿No se le escapaba ningún niño?

Se nos perdieron una vez en Bruselas dos hermanas, a las que apodábamos Pili y Mili,muy atildadas ellas. ¡Qué susto y qué miedo pasé! Pues hoy aquellas niñas son profes de la cooperativa del cole y ahora son ellas las que llevan a los chicos por Europa.

¿Alguna gamberrada?

Cuando llegamos a Munich y bajamos del autobús, los chavales alucinaron al ver que había montañas de periódicos en la calle sin vigilancia: la gente dejaba el dinero de cada ejemplar y se llevaba sólo los que pagaba.

Aquí hoy dudo que no los robaran.

Por eso el pobre Alfredito – hoy, probo ciudadano, ya tiene 40 años- no tardó un segundo en apropiarse de un montón de periódicos.

¡Y gratis! ¡Qué tontos, los alemanes!

Yo, al ver su pillería, me indigné: ¡qué vergüenza para el colegio! Y le pegué un broncazo allí mismo. ¡Y mira que era un tipo estupendo, Alfredito! Pero era tan raro para los niños ver gente que se comportaba correctamente sin que nadie la vigilara…

Una gran lección europea, maestro.

Siempre pensé que para aprender teníamos que salir de este país. Porque este sólo era un país de héroes, poetas y santos…

… Algún torero, pintores, futbolistas… … Pero poquísimos científicos. ¿Por qué?

La tradición hace al monje y al ladrón.

Como la peseta estaba muy flojita en los 70, y nuestro colegio de Mollet pues no era de ricos, la verdad, yo cada verano llenaba el autobús escolar de latas de sardinas y conservas y barras de pan y me llevaba a los chavales de 14 años a conocer Europa por cuatro duros, durmiendo en albergues juveniles y bebiendo agua de las fuentes…

¡Qué grande es el mundo!

Es lo que yo les decía a los chicos, que las fronteras sólo están en nuestras mentes, y allá íbamos nosotros, a Roma, París, Bruselas, Alemania, Suiza, Innsbruck, Salzburgo…

Comiendo pan con sardinas.

¡Y cómo disfrutábamos!

¿No se le escapaba ningún niño?

Se nos perdieron una vez en Bruselas dos hermanas, a las que apodábamos Pili y Mili,muy atildadas ellas. ¡Qué susto y qué miedo pasé! Pues hoy aquellas niñas son profes de la cooperativa del cole y ahora son ellas las que llevan a los chicos por Europa.

¿Alguna gamberrada?

Cuando llegamos a Munich y bajamos del autobús, los chavales alucinaron al ver que había montañas de periódicos en la calle sin vigilancia: la gente dejaba el dinero de cada ejemplar y se llevaba sólo los que pagaba.

Aquí hoy dudo que no los robaran.

Por eso el pobre Alfredito – hoy, probo ciudadano, ya tiene 40 años- no tardó un segundo en apropiarse de un montón de periódicos.

¡Y gratis! ¡Qué tontos, los alemanes!

Yo, al ver su pillería, me indigné: ¡qué vergüenza para el colegio! Y le pegué un broncazo allí mismo. ¡Y mira que era un tipo estupendo, Alfredito! Pero era tan raro para los niños ver gente que se comportaba correctamente sin que nadie la vigilara…

Una gran lección europea, maestro.

Siempre pensé que para aprender teníamos que salir de este país. Porque este sólo era un país de héroes, poetas y santos…

… Algún torero, pintores, futbolistas… … Pero poquísimos científicos. ¿Por qué?

La tradición hace al monje y al ladrón.

Como la peseta estaba muy flojita en los 70, y nuestro colegio de Mollet pues no era de ricos, la verdad, yo cada verano llenaba el autobús escolar de latas de sardinas y conservas y barras de pan y me llevaba a los chavales de 14 años a conocer Europa por cuatro duros, durmiendo en albergues juveniles y bebiendo agua de las fuentes…

¡Qué grande es el mundo!

Es lo que yo les decía a los chicos, que las fronteras sólo están en nuestras mentes, y allá íbamos nosotros, a Roma, París, Bruselas, Alemania, Suiza, Innsbruck, Salzburgo…

Comiendo pan con sardinas.

¡Y cómo disfrutábamos!

¿No se le escapaba ningún niño?

Se nos perdieron una vez en Bruselas dos hermanas, a las que apodábamos Pili y Mili,muy atildadas ellas. ¡Qué susto y qué miedo pasé! Pues hoy aquellas niñas son profes de la cooperativa del cole y ahora son ellas las que llevan a los chicos por Europa.

¿Alguna gamberrada?

Cuando llegamos a Munich y bajamos del autobús, los chavales alucinaron al ver que había montañas de periódicos en la calle sin vigilancia: la gente dejaba el dinero de cada ejemplar y se llevaba sólo los que pagaba.

Aquí hoy dudo que no los robaran.

Por eso el pobre Alfredito – hoy, probo ciudadano, ya tiene 40 años- no tardó un segundo en apropiarse de un montón de periódicos.

¡Y gratis! ¡Qué tontos, los alemanes!

Yo, al ver su pillería, me indigné: ¡qué vergüenza para el colegio! Y le pegué un broncazo allí mismo. ¡Y mira que era un tipo estupendo, Alfredito! Pero era tan raro para los niños ver gente que se comportaba correctamente sin que nadie la vigilara…

Una gran lección europea, maestro.

Siempre pensé que para aprender teníamos que salir de este país. Porque este sólo era un país de héroes, poetas y santos…

… Algún torero, pintores, futbolistas… … Pero poquísimos científicos. ¿Por qué?

La tradición hace al monje y al ladrón.

Como la peseta estaba muy flojita en los 70, y nuestro colegio de Mollet pues no era de ricos, la verdad, yo cada verano llenaba el autobús escolar de latas de sardinas y conservas y barras de pan y me llevaba a los chavales de 14 años a conocer Europa por cuatro duros, durmiendo en albergues juveniles y bebiendo agua de las fuentes…

¡Qué grande es el mundo!

Es lo que yo les decía a los chicos, que las fronteras sólo están en nuestras mentes, y allá íbamos nosotros, a Roma, París, Bruselas, Alemania, Suiza, Innsbruck, Salzburgo…

Comiendo pan con sardinas.

¡Y cómo disfrutábamos!

¿No se le escapaba ningún niño?

Se nos perdieron una vez en Bruselas dos hermanas, a las que apodábamos Pili y Mili,muy atildadas ellas. ¡Qué susto y qué miedo pasé! Pues hoy aquellas niñas son profes de la cooperativa del cole y ahora son ellas las que llevan a los chicos por Europa.

¿Alguna gamberrada?

Cuando llegamos a Munich y bajamos del autobús, los chavales alucinaron al ver que había montañas de periódicos en la calle sin vigilancia: la gente dejaba el dinero de cada ejemplar y se llevaba sólo los que pagaba.

Aquí hoy dudo que no los robaran.

Por eso el pobre Alfredito – hoy, probo ciudadano, ya tiene 40 años- no tardó un segundo en apropiarse de un montón de periódicos.

¡Y gratis! ¡Qué tontos, los alemanes!

Yo, al ver su pillería, me indigné: ¡qué vergüenza para el colegio! Y le pegué un broncazo allí mismo. ¡Y mira que era un tipo estupendo, Alfredito! Pero era tan raro para los niños ver gente que se comportaba correctamente sin que nadie la vigilara…

Una gran lección europea, maestro.

Siempre pensé que para aprender teníamos que salir de este país. Porque este sólo era un país de héroes, poetas y santos…

… Algún torero, pintores, futbolistas… … Pero poquísimos científicos. ¿Por qué?

La tradición hace al monje y al ladrón.

Como la peseta estaba muy flojita en los 70, y nuestro colegio de Mollet pues no era de ricos, la verdad, yo cada verano llenaba el autobús escolar de latas de sardinas y conservas y barras de pan y me llevaba a los chavales de 14 años a conocer Europa por cuatro duros, durmiendo en albergues juveniles y bebiendo agua de las fuentes…

¡Qué grande es el mundo!

Es lo que yo les decía a los chicos, que las fronteras sólo están en nuestras mentes, y allá íbamos nosotros, a Roma, París, Bruselas, Alemania, Suiza, Innsbruck, Salzburgo…

Comiendo pan con sardinas.

¡Y cómo disfrutábamos!

¿No se le escapaba ningún niño?

Se nos perdieron una vez en Bruselas dos hermanas, a las que apodábamos Pili y Mili,muy atildadas ellas. ¡Qué susto y qué miedo pasé! Pues hoy aquellas niñas son profes de la cooperativa del cole y ahora son ellas las que llevan a los chicos por Europa.

¿Alguna gamberrada?

Cuando llegamos a Munich y bajamos del autobús, los chavales alucinaron al ver que había montañas de periódicos en la calle sin vigilancia: la gente dejaba el dinero de cada ejemplar y se llevaba sólo los que pagaba.

Aquí hoy dudo que no los robaran.

Por eso el pobre Alfredito – hoy, probo ciudadano, ya tiene 40 años- no tardó un segundo en apropiarse de un montón de periódicos.

¡Y gratis! ¡Qué tontos, los alemanes!

Yo, al ver su pillería, me indigné: ¡qué vergüenza para el colegio! Y le pegué un broncazo allí mismo. ¡Y mira que era un tipo estupendo, Alfredito! Pero era tan raro para los niños ver gente que se comportaba correctamente sin que nadie la vigilara…

Una gran lección europea, maestro.

Siempre pensé que para aprender teníamos que salir de este país. Porque este sólo era un país de héroes, poetas y santos…

… Algún torero, pintores, futbolistas… … Pero poquísimos científicos. ¿Por qué?

La tradición hace al monje y al ladrón.

¡Por eso me empeñé desde el primer día en que nuestro laboratorio estuviera abierto para todos a todas horas! ¡Quise conseguir que en nuestro colegio y entre probetas los niños también se sintieran en casa!

¿Y el dinero? ¿No eran un cole pobre?

¡Por eso tuvimos que colaborar con las empresas desde el principio! Nos dimos cuenta de que el laboratorio debería autofinanciarse y lo tuvimos abierto día y noche ayudando a las empresas vecinas.

¿Pero los descubrimientos de unos chavales podían ser rentables algún día?

Los laboratorios generaron su dinámica investigadora, además de servir de centro de enseñanza. Creamos un comité científico en el que colaboró Joan Oró, y otro grande, Josep Castell, dejó la facultad de Farmacia para venirse al cole con nosotros.

¿Qué descubrieron juntos?

Fuimos, y aún somos, avanzados en química verde, tendencia hoy puntera en investigación química, y tenemos diseños avanzados, como el del envase de yogur biodegradable, hecho con ácido lácteo.

Buena idea.

O el tratamiento de la glicerina residual de los biocombustibles de primera generación para transformarla en nuevos biocombustibles de segunda. Y estamos abriendo líneas de trabajo rentables además de hacer que los niños se pongan una batita blanca y pasen ratos inolvidables en su laboratorio.

¿Se aclaran sus chicos con los idiomas?

El inglés no puede ser sólo para niños ricos, pero la verdad es que enviar a un niño a Inglaterra un mes cuesta tres mil euros, así que nosotros edificamos una residencia para los intercambios escolares. Las familias con pisos de 60 metros pueden instalar allí a sus niños ingleses de intercambio.

Inglaterra sigue siendo cara.

Pues depende. Nosotros les conseguimos a nuestros chicos un mes allí por 700 euros. Además, tenemos summer camps aquí en el colegio durante el verano con profesores nativos: por supuesto, si exigimos inglés a los alumnos, también a los profesores.

¿De dónde saca buenos profesores?

Eso me pregunté cuando abrí una delegación del Sant Gervasi de l´Hospitalet en Mollet: como no puedo ofrecer ni los sueldos de la pública ni el prestigio de la privada, o me conformo con los peores profesionales – y eso ¡nunca!- o tendré que buscar otro sistema, y así surgió la cooperativa.

Parece que no le ha ido mal.

Cuando empecé en 1970, yo tenía 33 alumnos, y hoy tenemos 3.000 entre la escuela, el centro tecnológico y los demás programas de formación. Y creo que la transición generacional está asegurada: tenemos cooperativistas jóvenes y muy profesionales identificados vitalmente con el proyecto.

¿Ni pública ni privada: cooperativa?

Nuestra. A los primeros cooperativistas ya les decía yo que cuando vieran a un crío rayar la pared era como si rayara nuestra piel: este proyecto es nuestra vida.

El mejor sueldo del maestro son sus tres meses de vacaciones.

En Sant Gervasi sólo tenemos un mes de vacaciones, como todo el mundo; en julio nos dedicamos a trabajar. Un colegio no puede estar nunca cerrado. Tenemos escuela de teatro con 400 alumnos, 29 equipos de basket federados, 160 patinadores, escuela de ajedrez, dos bibliotecas abiertas día y noche. La idea es que si no te gustan las matemáticas, te guste otra cosa que te integre.

http://www.santgervasi.org/

 

Arxius associats:

20080904 [ 151,78 kb ]
20080916manel arroyo [ 580,44 kb ]